martes, 5 de noviembre de 2013

Concepción Otero, Secretaria de Gobierno del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia: "Cuando empecé a trabajar, todos los jefes eran hombres"

Fotografía de Marcos Míguez
A Concepción Otero Piñeiro (Lugo, 1955) le ha tocado ser la primera mujer en casi todos los puestos que ha ocupado a lo largo de su trayectoria laboral. Por eso siempre dice que ella tuvo que «entrar en el mundo del hombre». ¿Y cómo era ese mundo? «Trajes negros. Corbatas negras. Camisas blancas. Y todos los puestos de jefatura ocupados por hombres». 

—Aún sigue siendo así en numerosos ámbitos. 
—En este tema hemos evolucionado mucho y para bien. En España hay 21 secretarios de gobierno: somos diez mujeres y once hombres. Yo he sido la primera mujer en muchas cosas, pero creo que me ha tocado por edad. La primera jueza es de 1978, cuando terminé la carrera. 

—¿En qué ha sido la primera?
—Fui la primera secretaria de la Audiencia Provincial de Lugo en 1981 y la primera que llevó un proceso electoral. Hasta ese momento, las elecciones siempre las llevaban los hombres. En 1983, llegué a A Coruña y también me tocó abrir esos dos caminos en la Audiencia. 

—Usted es una de las trabajadoras más veteranas del Palacio de Justicia, donde empezó haciendo prácticas en 1979. ¿Qué significa para usted el edificio de la plaza de Galicia?  
—Representa toda mi vida laboral, siempre dedicada a la Justicia, ayudando, trabajando,   viendo crisis y, también, tiempos mejores. Aquel mes de prácticas en A Coruña fue un momento muy especial para mí. Sentí que me comía el mundo. 

—Una de sus funciones es inspeccionar los juzgados. Dígame, ¿cómo de saturados están?  
—Están saturados. La Justicia es la hermana pobre, el patito feo. 

—Y su imagen ha empeorado últimamente. Solo hay que ver la encuesta del CIS.
—Eso me da mucha rabia. Aquí intentamos dar una justicia eficaz, transparente... Todo lo que el ciudadano nos está pidiendo, pero no tenemos los medios. Y eso que la situación ha mejorado. Cuando empecé, había máquinas Olivetti. Para poner una sentencia, los funcionarios tenían que colocar seis folios detrás del papel de calco. 

—Aquel de carboncillo que te manchaba los dedos a la mínima. 
—Ese, sí. [Risas] El auxiliar empezaba una sentencia y, si se equivocaba en la última línea, tenía que volver a empezar. 

—Y ahora tiene dos pantallas de ordenador en su mesa. 
—Claro, es que algo hemos evolucionado, pero como lo hacemos tan lentamente, no somos capaces de sacar todo lo que entra, al ritmo que entra. Confío en que esto sea pronto la Justicia del siglo XXI que todos queremos. Esa Justicia ágil, rápida, eficiente, transparente, cercana al ciudadano... 

—Pues con la implantación de las tasas, al ciudadano se le está alejando la Justicia más que acercándosela
—Se está comprobando que eso es así. Están entrando menos procedimientos, menos demandas, es verdad. Excepto en social y en penal, claro, pero en el resto, se ha notado.
  
(Sigue...)




La secretaria de gobierno del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, Concepción Otero [todos la llaman Pachy], reconoce que hay dos asuntos en la historia reciente de Galicia que han incrementando el volumen de trabajo de los juzgados. 

—Hemos notado un aumento de trabajo con las preferentes y con el accidente del Alvia. Pero ya están en marcha los medios. En las preferentes se pusieron refuerzos tanto en A Coruña como en Vigo y, en cuanto al accidente de tren, hay un juzgado de refuerzo que está apoyando al de instrucción competente. 

—Respecto al caso Asunta, ¿debe un juez guardar silencio sobre las causas que instruye? Eso fue lo que dijo Miguel Ángel Cadenas, su presidente. 
—Comparto la frase. Son temas muy serios y los comentarios están de más. 

—¿Hay algún caso que le haya impactado en su carrera? 
—Recuerdo aquella violación que había sucedido en el callejón de Derecho, en el campus de Santiago. Fue horrible. Yo había hecho ese camino como alumna tantas veces... 

—¿Y una anécdota para recordar con una sonrisa?  
—En 1981, siendo secretaria de la junta electoral en Lugo, me llegaron los miembros de una mesa con la urna y todos los votos dentro porque no sabían qué hacer. La democracia todavía estaba en pañales. Suerte que la Guardia Civil vino con ellos y se encargó de llevarlos de vuelta para que abrieran la urna e hicieran el recuento como debían.